lunes, 29 de octubre de 2012
Alfombras... vaya pesadilla mía.
Sí, son lindas y cálidas. Toda mi infancia conviví con ellas y sé muy bien qué se siente. Claro, cuando eres chico no te das cuenta de otros detalles. A parte estás a merced de lo que los papás le den a uno. Ya cuando crecí tuvimos la oportunidad de cambiar el piso de mi habitación por uno laminado (una versión de la duela de madera, que es mucho más cara). Y pues experimenté tener piso...
Cuando creces también maduras en muchas cosas. Por ejemplo defines si te gusta la limpieza o ser un cochin@ de lo peor. Yo decidí ser limpia. AMO la limpieza, la higiene y el orden y a veces creo mi propio caos temporal. Digamos que mi sentido de la limpieza, el orden y la higiene, está en parámetros aceptables y agradables. Bueno.
Hace unas semanas hicieron ampliación en mi casa y me mudé a la habitación que era de mis papás. A diferencia de cuando era de ellos, sólo tenía una ventana, y hoy es un poco más amplia y añadieron tres ventanas más. Quedó bonito. PERO el detalle es que tiene alfombra. Definitivamente el cambio es positivo, y no detesto las alfombras aunque no son de mi gusto personal y de alguna manera siento algo de frustración
porque la única y poderosa razón de no gustarme es: Por lo difícil que es mantenerla limpia o controlar su limpieza. No es lo mismo barrer y trapear una superficie lisa que solo aspirar superficialmente miles de filamentos y una capa subyacente que le da su acolchonamiento...
Incluso no me agradan mucho los tapetes... les saco mucho la vuelta. Sólo tolero la tapicería del carro por otros detalles pero también procuro mantenerla libre de tierra y polvo (lo más que se pueda por que es imposible) .
Conclusión: tendré que ahorrar y promover yo misma el cambio de esa alfombra a un piso. :)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario